Hoy se festeja la Manka Fiesta

Hoy se hará en La Quiaca, la feria popular conocida como “la Manka Fiesta” o Fiesta de la Olla, porque se venden ollas artesanales de cerámica por cientos. Pero también se trata de un acontecimiento de pura raigambre nativa realizada año tras año en la norteña ciudad, en la provincia de Jujuy, iniciándose siempre el tercer sábado de Octubre hasta el último día del mes.

Una de las grande particularidades de la Manka Fiesta es que vienen comerciantes del altiplano boliviano, trayendo ollas, tinajas, platos de barro cocido y otros objetos de alfarería. También llegan habitantes de la Puna jujeña con tejidos de lana de llama, barracanes, picotes, chalonas, papas o chuño. Los pobladores de los valles vecinos traen frutas disecadas, semillas, sombreros ovejones y canastos. Durante esta feria se realiza el ‘trueque‘ de vasijas por productos agrícolas y artículos de manufactura casera.

La gente monta puestos donde abunda la comida regional, música y bailes en típicas carpas. En este año, la Manka se hará hoy con una exposición de ganado ovino y camélidos.

En sus comienzos el encuentro tenía lugar en los terrenos de Antonio Gámez, junto a las vías del Ferrocarril Belgrano. Posteriormente se ubicó en diferentes lugares del ejido urbano fronterizo, regresando desde hace varios años al predio original del desaparecido ferrocarril.

Con 104 años de vida, La Manka frecibió de la comuna comodidades como luz eléctrica, espacio, cierto ordenamiento no invasivo, baños químicos, personal de seguridad y salud.

Solo a cuatro horas de Salta

A 375 kilómetros de Salta Capital, cerca de cuatro horas de viaje, se encuentra la fronteriza ciudad de La Quiaca con Salta.

Esta es la distancia que nos separa de una de las ferias tradicionales más importantes de esta región de la Puna argentina y boliviana. La fiesta-Feria dura varios días, tanto como se necesiten para agotar las mercancías y las expectativas. Hay música de quenas y anatas, retumbo de cajas, chisporrotear de charangos, también coplas de amor y regateos sin fin en quichua y en español. Se suceden los cantos y bailes populares.

Humildes artesanos exhiben sus creencias a la par de orgullosos plateros que sonríen con un ojo en tanto que con el otro vigilan sus filigranas. No faltan los brujos, un poco médicos, pero fundamentalmente yuyeros sabios que con todo lo curan, todo lo adivinan y lo solucionan. Los canastos sin orden ni concierto exponen mil chucherías, revueltas y ansiosas por mudar de alojamiento. En definitiva, la escena completa de esa tradición cultural límpida que nos citadinos podemos disfrutar a pocas horas de distancia y miles de años también.

Fuente: El Tribuno